El intestino: el segundo cerebro.
¿Quién no ha sentido mariposas en el estómago cuando se enamora? ¿O ha perdido el apetito tras una mala noticia? ¿O se pone de mal humor cuando tiene hambre? Cada día experimentamos como nuestro cerebro y nuestro intestino están conectados y se hablan constantemente.
Los intestinos contienen más de 100 millones de células nerviosas, casi tantas como la médula espinal, razón por la cual los científicos llaman al intestino grueso ‘el segundo cerebro’. De hecho, cuando se trata de comprender el comportamiento y el desarrollo humano, el sistema digestivo desempeña un papel más importante de lo que pensamos.
La microbiota intestinal, formada por billones de seres microscópicos que albergamos en el colon, es capaz de alterar nuestro estado de ánimo y nuestra salud mental. Por eso los médicos tienen cada vez más claro que la función de nuestro sistema digestivo va mucho más allá de procesar la comida que ingerimos.
¿Cómo está conectado el intestino con el cerebro?
Marie François Xavier Bichat, un médico francés del siglo XVIII, descubrió que el tubo digestivo cuenta con su propio sistema nervioso, llamado sistema nervioso entérico (SNE), el cual es independiente del sistema nervioso central, es decir del cerebro. A diferencia de cualquier otro órgano de nuestro cuerpo, nuestro intestino, puede funcionar solo. Alberga cientos de millones de neuronas que le dan autonomía para tomar decisiones y no necesita que el cerebro le diga qué hacer.
Sin embargo, el cerebro influye en el intestino a través del sistema nervioso autónomo (sistema nervioso simpático y sistema nervioso parasimpático), el sistema nervioso entérico (red del tracto digestivo) y las hormonas. El nervio vago es un componente del sistema nervioso parasimpático que conecta el cerebro con el intestino. El 90% de este nervio desempeña la función de enviar señales gastrointestinales hasta el cerebro.
La información del intestino se transmite al cerebro y los desequilibrios que forman ambos órganos pueden provocar cambios psicológicos relacionados con las emociones, los gustos y los impulsos. Los nervios y el estrés causan dolores abdominales, estreñimiento o diarrea y deterioro en la calidad de vida. No sabemos qué se produce primero: el trastorno digestivo o el sicológico, es el mismo dilema del huevo o la gallina, tan común en la ciencia cuando se presentan este tipo de asociaciones.
Casi la mitad de los pacientes con síndrome del intestino irritable (SII) sufren depresión o ansiedad. Las dos enfermedades suelen aparecer juntas, pero se tratan de manera independiente y no como si una fuera el resultado de la otra.
Se ha descubierto también que estos desequilibrios están vinculados al Parkinson, a la demencia, al asma, a las alergias, a la depresión, a los trastornos de ansiedad, al autismo, al alzhéimer y a la esclerosis múltiple.
¿Cómo se comunica el intestino con el cerebro?
- El intestino produce alrededor del 95% del suministro de serotonina del cuerpo, un neurotransmisor que juega un papel esencial en el estado de ánimo, la regulación del sueño y el control del apetito. La mala digestión intestinal o los desequilibrios bacterianos, pueden desarrollar depresión y otros trastornos mentales.
- Las bacterias intestinales también se comunican con el cerebro al producir metabolitos que influyen en el estado de ánimo y el comportamiento. Por lo tanto, un intestino no saludable afecta el cerebro.
¿Cómo podemos fomentar la salud en el eje intestino-cerebro?
La primera recomendación es una dieta variada que incluya fibra, vitaminas, minerales y probióticos. Los investigadores se centran en suplementos a base de cócteles de bacterias concretas para impactar en la salud mental. Se deben evitar alimentos con alto contenido de azúcar, ingredientes procesados o fermentados, que alteren el delicado equilibrio de las bacterias en el intestino y también, el consumo de alcohol, cafeína y comidas picantes.
También es importante hacer ejercicio con regularidad, pues ayuda a reducir la inflamación en el cuerpo y aumenta la actividad de los neurotransmisores y las hormonas necesarias para una función digestiva adecuada. Debemos bajar el estrés con meditación, relajación, mindfulness o yoga y tratar de dormir bien. Recordemos siempre que lo pasa en nuestro intestino afecta a nuestro cerebro y viceversa.
Traducido de topdoctormagazine.com