¡Yo soy el hígado!

Me nombran mucho, incluso se hacen bromas en ocasiones cuando alguien
menciona que se ha tomado unos tragos, y es normal que así suceda porque el
licor no me cae muy bien. Soy el hígado, un órgano vital para tu cuerpo, y quiero
que me conozcas y sepas lo importante que soy para ti.

El Covid-19 evidenció en algunos pacientes confusión mental y lentitud de pensamiento, lo que enominaron como niebla cerebral, un deterioro cognitivo común. Esta condición mental hace parte de las secuelas agudas de la infección por SARS-CoV-2. La confusión mental puede persistir durante
varias semanas después de la recuperación de la enfermedad.

¿Cuáles son los síntomas?


¿Qué hago en tu cuerpo? Tengo muchas funciones: regulo la mayoría de los
niveles de sustancias químicas de la sangre y produzco la bilis, un líquido que se
almacena en la vesícula biliar, otro órgano vecino que ayuda a que algunas de mis
funciones trabajen mejor. La bilis hace que el proceso digestivo sea el adecuado
porque descompone las grasas que entran a tu cuerpo a través de todo lo que
comes y bebes.
Otra de mis tareas es la eliminación de sustancias tóxicas que pueden ser
producidas naturalmente en tu cuerpo, como los desechos metabólicos, o pueden
provenir del ambiente, como los contaminantes del aire y los productos químicos.
También soy esencial para la regulación de los niveles de glucosa, el azúcar en la
sangre. Cuando tus niveles de azúcar en la sangre disminuyen, libero glucógeno
en el torrente sanguíneo para que todo esté en el nivel correcto. La glucosa
también es responsable de la producción de proteínas importantes para tu
organismo.

El hígado produce la bilis, un líquido que descompone las grasas y
hace más fácil el proceso digestivo.

¡Y tengo más tareas! Regulo los niveles de aminoácidos en la sangre, estos se
encargan de formar las proteínas; proceso la hemoglobina para distribuir el hierro
que almaceno; convierto el amoníaco tóxico en urea; hago que los medicamentos
que consumas se filtren y las sustancias tóxicas sean eliminadas; trabajo para que
tu sangre tenga la coagulación adecuada; ayudo a crear la resistencia a las
infecciones, a producir factores de inmunidad y a eliminar ciertas bacterias del
torrente sanguíneo; me encargo de depurar la bilirrubina, ya que si esta excede
sus niveles, tu cuerpo y ojos se pondrán amarillentos.


Los expertos dicen que hay un centenar de enfermedades que podrían impedir mi
buen funcionamiento. Las más comunes tienen que ver con varios tipos de
hepatitis. Hablemos de esta enfermedad.

  • Hepatitis A: hace que me inflame, y se da por un virus que puede entrar a
    tu cuerpo por medio de los alimentos o agua contaminada. ¡Ten mucho
    cuidado!

Si estás orinando con un color amarillento oscuro, tienes diarrea, te sientes
cansado sin razón, te da fiebre o haces deposiciones de color gris o arcilla, ponte
alerta.

  • Hepatitis B: también es de tipo viral. Me ataca cuando tu cuerpo entra en
    contacto con los fluidos corporales de una persona infectada. Puede ser
    aguda o crónica. Cuando es aguda su duración es de algunas semanas,
    máximo seis meses. La Hepatitis B crónica es la evolución de la aguda,
    cuando el cuerpo no logra erradicar el virus.
    Se trata con medicamentos antivirales, pero si los exámenes de sangre indican
    que el virus sigue haciendo daño, puede causar cirrosis, insuficiencia hepática o
    cáncer de hígado, el paciente podría ser considerado para un trasplante de
    hígado.
  • Hepatitis C: también es de origen viral y se transmite cuando entras en
    contacto con la sangre de otra persona infectada. He escuchado historias
    de personas contagiadas a través de transfusiones sanguíneas. ¡Y mucho
    cuidado, porque no tiene vacuna!
    También se presentan hepatitis de tipo agudo o crónico. La aguda es de
    corta duración, puede permanecer hasta por seis meses en tu cuerpo. Si
    sientes que estás perdiendo el apetito, náuseas, dolor de estómago, vómito
    o que tu piel y tus ojos se ponen amarillos, ¡prende las alarmas!
    Si te diagnostican y tratan a tiempo, esto puede ayudar a prevenir daños
    más graves en mí y a que aparezcan enfermedades mucho más
    complicadas, como la cirrosis, la insuficiencia hepática o el cáncer de
    hígado.
    Recuerda que aunque soy un órgano muy resistente y capaz de regenerarme por
    mí mismo, estas enfermedades me pueden generar daños irreparables.
    ¿Cómo me debes cuidar? Yo sé que muchas veces te dejas llevar por el gusto
    de algunas cosas que comes y bebes que nos son sanas. De vez en cuando eso
    no está mal, el problema es que se vuelva un hábito. Sí, soy fuerte y resisto, pero
    no abuses de mí.
    ¿Qué me hace daño? Las grasas, el azúcar refinada, todos esos paquetes que te
    comes cuando vas de paseo o te invitan a una reunión. Evita el alcohol, las
    drogas y las sustancias tóxicas.
    Para que yo funcione bien, come sano y haz ejercicio, busca estar siempre en el
    peso ideal, de acuerdo a tu edad y estatura. Recuerda que lo recomendable es
    que hagas una actividad física mínimo tres veces a la semana por 30 minutos.

Consume alimentos saludables: frutas, verduras, cereales integrales y proteínas
bajas en grasa.
También te recomendaría que evites el exceso de estrés. Aunque no está
comprobado científicamente, algunos médicos alternativos me atribuyen tus
estados emocionales y tu capacidad de pensar con claridad. Dicen que soy yo
quien guarda tus rabias reprimidas, y que puedo ocasionarte dolores de cabeza,
sabor amargo en la boca, falta de apetito, o insomnio.
Todo lo que yo te puedo decir es que cuando te desequilibras, me desequilibro.
Así que calma: duerme bien, descansa, piensa en cosas bonitas, y de vez en
cuando desintoxícame. Eso me cae bien.